Susurro.

Ese susurro que te eriza la piel y que hace que tu corazón se desboque hasta el punto de marearte. Ese susurro al oído que hace que te sientas la persona más especial del mundo, que te hace volar por un cielo despejado y lleno de estrellas que simbolizan los sueños que no has alcanzado pero que pronto conseguirás.
Olvídalo todo. Olvida lo que te mantiene atado al suelo y déjate llevar por ese pequeño sonido que te alienta a seguir soñando como los mejores, como los niños.

"Agradecido" estudio.

El esfuerzo, en muchas ocasiones, es el símbolo de la gilipollez. Cuánto más te esfuerzas, más gilipollas eres. Porque ¿para qué? Es decir, te pasas las semanas estudiando, dejándote los sesos en algo que no te va a servir nunca pero que necesitas por el simple hecho de que tienes que aprobar ese examen que te trae de cabeza y, sin esperártelo (porque piensas que el examen te ha salido estupendamente)… ¡ZAS! Suspenso. Horas y horas y dedicación a la basura más próxima.
Y te enfadas. Te enfadas contigo mismo y con los demás porque no es justo. No es razonable que tú y tu ilusión de aprobar se quede en el camino por algo tan abstracto como el karma, el azar o la suerte. O, sí, digámoslo, muchas veces los favoritismos también tienen mucho que ver.
El caso es que tú no mereces suspender. Mereces al menos ese maravilloso 5 que es la esperanza y el asidero de muchas personas que no dan más de sí, o que no quieren dar más de sí. Mereces ese puesto de salvación que otros se han ganado de coña o copiando, siendo esto último lo más abundante.
Y, sin embargo, por mucho que lo mereces, ahí estás. Desilusionado, con una calificación que puede raspar ese maravilloso número redondo pero que, al fin y al cabo, no llega y con un amargo sabor de boca que te recuerda que no has dado la talla.