Conozco.

Conozco un lugar en el que todo está bien.
Conozco un lugar dónde todo te hace sonreír.
Conozco un lugar en el que gritar.
Conozco un lugar lleno de luz.
Sé dónde está pero no puedo llegar hasta él. Se me escapa entre los dedos cuando intento alcanzarlo. Se desvanece. Gira. Se esconde. Corre. Se aleja, mofándose de mis deseos de pisar esa hierba suave que lo cubre todo.
Quiero llegar pero las cadenas que me atan a esta acera que piso no me dejan. Me aprisionan en un lugar dónde las cosas son grises y dónde la tristeza acecha en cada esquina, esperando a que pases junto a ella para atraparte en sus dolorosas garras. Aquí intento respirar pero me ahogo en un vaso de agua.
Me estiro y me estiro. Me pongo de puntillas y alargo el brazo.
Veo el reflejo de la luz. Lo sigo ¿Llegaré esta vez? No lo sé, pero al menos quiero intentarlo. Quiero pisar ese jardín de esperanza que otras veces tan sólo he llegado a vislumbrar.
Trago saliva, me meto las manos en los bolsillos y camino.


¿Sentimientos o su ideas?

Es lo más importante. Eso es lo que dice él. Las ideas que perduran, ya sean buenas o malas. Ideas de amistad, de amor, de celos o de ira. Él pone por encima de todo las ideas que se mantienen constantes en nuestra mente. Valora positivamente, por ejemplo, una relación amorosa y negativamente, siguiendo con el ejemplo, el odio que las personas pueden sentir por otras. Pero no le da la importancia que otros insisten en otorgarle a esas acciones más o menos duraderas. Y es precisamente por eso, porque son pasajeras. Van y vienen y como prueba me dijo una frase que todos conocemos y que a nadie le ha pasado desapercibida nunca: “Del amor al odio hay un paso”.
De acuerdo con él, las ideas que representan esas acciones son las que nos deben preocupar ya que esas, una vez han traspasado las barreras de la cordura y se han implantado en nuestra cabeza y corazón ya es imposible expulsarlas. No importa cuánto ni cómo lo intentes, no importa que luches contra ellas, que te resistas a su control. De nada servirá. Finalmente, sucumbirás de nuevo a su influjo y cometerás los mismos errores y parecidos aciertos.
Repito: es su opinión.
Para mí, el pasado y el futuro son términos relativos que, en realidad, no existen. Tan sólo el presente, que es el que estamos viviendo ahora, es decir, ya, es el que realmente tiene sentido. Por ese mismo motivo, llego a la conclusión de que lo que sentimos en el presente, ya sea bueno o malo y contradiciendo lo que él piensa, es lo que de verdad importa porque esos sentimientos son los que condicionan nuestro comportamiento actual, hacia nosotros mismos y hacia los demás. Nos marcan un camino que seguir, nos dan un propósito. Mientras que la simple idea del amor, de los celos, del odio o la amistad no basta para definirnos, no basta para hacernos las personas que somos o que, probablemente, seremos.

Ángel Caído.

"Aire. Necesito aire."
He perdido la noción del tiempo. No sé quién me ha hecho esto ni por qué. Sólo sé que el viento azota de manera furiosa mi maltrecho cuerpo desalado que se niega a burlarse de las leyes de la gravedad. Es irónico pero voy tan rápido que no me da tiempo a aspirar ni una sola brizna de todo ese viento del que os hablo. Me estoy ahogando pero no pierdo la consciencia. Es más, me doy perfecta cuenta de los dos profundos desgarrones que hay en mi espalda, allí donde antes se alzaban dos majestuosas alas plumadas que mostraban mi condición de ángel. Me han arrancado las alas y no había razón de ello.
"Voy a morir."
Pero no es cierto. Aunque me hayan despojado de mi orgullo, sigo teniendo la inmortalidad de un ángel y la simple falta de aire no acabará conmigo por mucho que yo lo desee. Lo más triste es que ahora pertenezco a esa otra raza.
Oí hablar de ella hace tiempo. Son como nosotros en aspecto pero no poseen alas, su carácter es malvado y su única preocupación es mezclarse entre la gente del mundo que tenemos bajo nuestros pies, la Tierra, para corromper su buena conducta. Bueno, supongo que la expresión "bajo nuestros pies" ya no puedo aplicarla yo, ya que estoy cayendo directamente a ese mundo de mortales indefensos.
Lo cierto es que yo, que ahora también soy un ángel caído (por muy injustificada que sea la causa por la que me han arrancado la alas), no me siento malvada. No me siento diferente. Me siento yo misma pero con la incapacidad de volar.
"Tengo miedo."
Estoy aterrorizada ¿Y si lo que nos cuentan a todos de pequeños en realidad es mentira? ¿Y si existen Caídos buenos y Caídos malos? O pero aún ¿Y si son los mortales de la Tierra los que corrompen a los ángeles que caen del cielo por causas tan remotas como la mía?
No lo sé. No sé nada. No sé qué ha pasado allá arriba para que me destierren y no sé que me espera allá abajo. Solamente sé que caigo sin remedio. Caigo a través de nubes y cielos de distintos colores. Llevo cayendo días y noches. Caigo velozmente y el suelo cada vez está más cerca.