Por si algún día decides leerlo.

Hola, pajarito. Hace mucho desde la última vez que te escribí y, desde entonces, han pasado tantas cosas en mi vida que casi olvido que aún sigues ahí fuera, agitando las alas por tu cuenta, viviendo una vida diferente en la que yo ya no tengo cabida. Sin embargo, la palabra clave es “casi”, porque, de una manera u otra, aún te tengo en mis pensamientos.

El otro día soñé contigo. Soñé que te escribía una carta. Una larga, en un papel bonito y con una caligrafía bastante aceptable, cuidando los márgenes y evitando, a toda costa, las faltas de ortografía. Sí, de esas que te escribía antes. Te decía que aún te quería; que te echaba de menos; que quería comenzar de nuevo, como si nada hubiese pasado, como si jamás hubiésemos tomado un desvío diferente; y, sobre todo, que te perdonaba. En mi carta te perdonaba por todo, pero también te pedía perdón, por lo que había hecho, pero también por lo que no. Porque esto no había sido cosa de uno, habíamos participado los dos.

No obstante, al despertarme, no sentí alivio. Tampoco frustración. Tan sólo un sentimiento hueco que ondeaba libre por mi cuerpo, llegando hasta las puntas de mis dedos. Deseando escapar, pero completamente atrapado. Y es que aquella carta imaginaria me recordó que, en realidad, ya no te quería, que ya no te echaba de menos, que no quería comenzar de nuevo (porque significaría caer tarde o temprano en el mismo pozo) y que, siendo honesta conmigo misma, no te perdonaba. No por rencor y no por orgullo. Sino porque si me dejaba perdonarte estaría derribando la primera ficha del dominó que va hasta ti. El problema es que, de nuevo, de una manera u otra, aún te tengo en mis pensamientos. Aún me importas y, eso, me mata.

Como sabes, no espero nada de nadie. Los "quizás" provocan que la decepción esté en el tablero de juego. Por ello, sabiendo que inevitablemente ya te has sentado en la mesa junto con el resto de participantes del juego irónico que es a veces mi vida, dejo aquí esto, por si algún día decides leerlo.