Uno de mis muchos defectos es que
no sé expresar en palabras lo que pienso. Puedo dar una idea general de lo que
quiero decir, pero soy incapaz de recitar cada palabra y cada sentimiento que
tengo en mente. Puedo escribirlo (o, al menos, intentarlo) pero me no me veo
capaz de decirlo en voz alta. Y menos con 40 personas mirándome. Con 80 pares
de ojos clavados en mí, reflexionando acerca de lo que digo y comparando mi
experiencia con la suya. No lo parece, pero me impone y, al final, cuando veo
que la garganta se me cierra y que las lágrimas comienzan a tratar de hacer
carreras por mis mejillas, me siento involuntaria e irremediablemente atraída a
dejar de lado la parte seria del asunto, aunque sea un momento. Porque me pone
nerviosa que me miren mientras hablo de mis sentimientos. Porque se me da mejor
reír. Así que, allá voy:
Preguntaban qué han cambiado las COLONIAS
en mi vida y puedo afirmar sin equivocarme que las COLONIAS no es que hayan
cambiado un aspecto o dos de mi vida, sino que la han trastocado por completo.
Tengo muy claro que yo no sería yo, si no hubiese sido partícipe de un proyecto
tan bonito y trascendental como el que predica TRASLUZ. Sé con una seguridad
férrea que la Irene de hoy en día jamás hubiera existido, sería una persona
completamente desconocida, abocada al absoluto vacío. Porque sin TRASLUZ y sin
las COLONIAS jamás hubiese aprendido a quererme y valorarme como soy; a ver que
cada persona es diferente y especial y que es eso lo que enriquece cada día de
nuestra vida; y a darme cuenta de que un mundo mejor es posible, porque el
granito de arena que aportamos cada uno va formando poco a poco una gran montaña
de amor, justicia, igualdad y felicidad.
Pienso, y sé que es cierto, que
el mundo perfecto está formado por un conjunto de luces que brillan con la
intensidad de mil estrellas. Y, aunque hay personas demasiado ciegas para
vislumbrar, siquiera, un destello de esa energía que el mundo perfecto crea,
eso no significa que no exista, sólo que resulta más difícil encontrarlo. Las
COLONIAS forman parte de esas luces y los MONITORES son las personas que hacen
que eso sea completamente posible, porque son esos superhéroes que mantienen y
alimentan esa luz que nos empuja a buscar ese mundo maravilloso que los ciegos
e incrédulos nos impiden ver del todo.
Cuando llegué a las COLONIAS mi
mundo era tan oscuro como parece serlo el de mucha gente, pero los MONITORES,
con sus valores, sus juegos, su sonrisa, su cariño, su compañía, su amistad y su
maldita manía de aceptarte y valorarte por cómo eres, me mostraron esa luz
cálida y acogedora que, aunque no lo sabía entonces, sería la que guiaría mi
vida a partir de ese entonces. Porque lo que enseñan es algo tan precioso que
sientes que quieres ser parte de ello. No te vale observar. No te vale aplaudir
sus logros. NECESITAS agarrar esa luz y no soltarla nunca, porque una vez que
la has visto es imposible olvidar lo bella que es y lo bien que te sientes
dentro.
Los MONITORES han sido, son y
serán mi referente. Les quiero por como son y por cómo viven su vida día a día
y, aunque ahora pertenezco a su grupo, siento que jamás dejaré de aprender de
ellos y de querer ser cómo ellos. Son mi luz. La mía y la de mucha gente. Y se
ve claramente en su esfuerzo, en su dedicación y, sobre todo, en la buena fe
que ponen en todo.
Por todo lo que han hecho, por lo
que siguen haciendo y por lo que harán: gracias por enseñarme el buen camino,
con sus ventajas y sus inconvenientes. Muchísimas gracias. Estoy muy orgullosa
de vosotros.