Esta es la historia de dos ojos pardos que
recorren los rincones de los confines del universo en busca de un pequeño
espacio, un pequeño hueco que quiera acogerlos, donde quepan y, por fin, no se
sientan observados. Porque no les gusta que los miren. No les gusta ser el
centro de atención. Les gusta observar y atender. Porque no ven necesario nada
más. Les gusta apreciar el mundo y aprender de él. Sin intervención. No creen
estar preparados aún para aportar nada, porque no creen que hayan madurado, no creen
en sus virtudes. Se sienten pequeños, insignificantes en comparación a las
grandes personas que existen de donde ellos vienen. Y, por eso, prefieren
esperar al momento en el que adquieran un cuerpo que los ponga a la altura de
los demás. Sin embargo, el momento no parece llegar nunca.
“Creed en vuestra valía” es una de las
frases que les han repetido muchas veces, pero ¿pueden hacerlo? ¿Por qué
deberían hacerlo? ¿Porque es “la verdad”? ¿Y si no lo es? ¿Y si sólo dicen eso
porque “la verdad” es tan cruel que sería inconcebible hablar de ella? Los ojos
pardos de nuestra historia son inseguros, no quieren que las grandes personas
les hagan daño, que se rían de ellos. Y por ello juegan al escondite contra
ellos mismos y contra el mundo: escondiendo palabras, escondiendo fallos,
escondiendo recuerdos… Escondiendo todo lo que pueda delatarles como seres
interactuantes.
Quizá hay que escuchar más allá de las
palabras y esperar poco de canciones bellas.
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