Nadie dijo que fuese a ser fácil.


No puedo evitar pensar mientras escribo esta carta con las últimas lágrimas que me quedan que no quiero despedirme. Es demasiado horrible pensar que mañana no veré tus ojos brillantes ni tu sonrisa impecable. Es demasiado horrible pensar que no estarás, que no estaré, que no estaremos. Ya no habrá un “nos”, tan sólo un simple y mortal vacío en el lado de la cama que te correspondía. Tú voz se habrá esfumado y tu olor se irá con ella. No puedo decir que vaya a echar de menos algo de ti, porque no puedo escoger sólo una parte. Se me rompe el corazón al imaginar cómo será el día de mañana y te juro que me quedaría, pero no sería lo correcto y tengo que pensar por los dos…
Siento que me falta el aire y tengo la sensación de que el alma se me ha hecho un nudo que aprieta demasiado. Sin embargo, nadie dijo que esto fuese a ser fácil. Perdóname.
Este es mi adiós.

Somebody That I Used To Know.


De vez en cuando pienso en cuando estábamos juntos 
y también en cuando decias que te sentías tan feliz que podrias morir 
me dije que tú eras la adecuada para mí 
pero me sentíá tan solo en tu compañía 
eso era amor y es un dolor que aún recuerdo 

Puedes volverte adicto a un cierto tipo de tristeza 
como resignándote al final 
siempre al final 
así que cuando nos dimos cuenta que no tendría sentido 
tú dijiste que podíamos seguir siendo amigos 
pero debo admitir que me alegré de que todo se hubiera terminado 

Pero no hacia falta que me aislaras 
hacer como si nunca hubiese sucedido 
y que no fuéramos nada 
y ya ni siquiera necesito tu amor 
pero me tratas como a un deconocido 
y eso es muy violento 

No tenías que caer tan bajo 
haz que tus amigos recojan tus pertenencias 
y luego cambia tu número 
supongo que ya no lo necesito 
ahora solo eres alguien a quien yo conocía 

De vez en cuando pienso en todas las veces que me la jugaste
pero siempre me hacías creer que era algo que había hecho yo 
y no quiero vivir de esa manera 
dándole importancia a cada palabra que dices 
dijiste que podiás olvidarme 
y que nunca te sorprendería enamorado de alguien 
aquien creías conocer 

Pero no hacía falta que me aislaras 
hacer como si nunca hubiese sucedido 
y que no fuéramos nada 
y ya ni siquiera necesito tu amor 
pero me tratas como a un desconocido 
y eso es muy violento 

No tenias que caer tan bajo 
haz que tus amigos recojan tus pertenencias 
y luego cambia tu número 
supongo que ya no lo necesito 



Deseo de besar.


—Mírame –le imploré, acercándome más a ella y haciendo que tuviese que pegar su espalda en la puerta.
Cuando me miró, sentí que mi corazón se saltaba un latido. Mis ojos se vieron incapaces de despegarse de sus labios y sentí cómo todo mi cuerpo se pegaba cada vez más al suyo, sin poder detenerse, en un avance frenético que buscaba la calidez de su contacto.
Suavemente, mi frente chocó con la suya, mis brazos la tomaron de la cintura y los suyos me agarraron del cuello, acercándome aún más a ella, si aquello resultaba posible.
Nuestros labios estaban a escasos centímetros, notaba cómo su corazón latía desbocado y cómo su respiración se mezclaba con la mía en un baile sensual que estaba haciendo que el vello de todo mi cuerpo se electrizase de emoción. Quería besarla, necesitaba besarla.
—Lo siento –dijo ella en un susurró.
—No lo sientas… quiéreme –le respondí rozando mi nariz con la suya.
Noté como sonreía al decir:
—Te quiero.
—Te amo –le respondí.

Tú.



Una vez me preguntaron cuál creía que era el movimiento más inocente de tú cuerpo. 
No respondí. 
Antes tenía que pensarlo bien. 
Sin embargo, aún, a día de hoy, no creo que ninguno de tus movimientos sea inocente. Todo lo que haces está astutamente preparado para evocar la locura, la lujuria, la perdición. Eres un conjunto de gestos que hace que un escalofrío relampagueante baje por mi espina dorsal, estremeciéndome de pies a cabeza.
Algunas dicen que deberías estar prohibido. Gracias al cielo, no es así y... eres todo mío.

Rítmicos golpes de cabeza.


Cansada de hacer el tonto y de esperar que ocurriese algo que, evidentemente, no iba a pasar, se levantó en intentó marcharse de su vida con lágrimas en los ojos y el corazón hecho un nudo que apretaba demasiado.
Pero ¿qué podía hacer? Había intentado lo imposible para llamar su atención. Para hacerle saber que estaba allí. Había agitado los brazos, había saltado, había gritado. No obstante, jamás hubo respuesta. Y cada vez que ocurría eso, ella se sentía como si le hubiesen abofeteado. Sentía la cara hinchada y roja, aunque jamás había habido violencia real. Y probablemente aquella sensación se debía a que había recibido tantos palos en el alma, que comenzaban a salir al exterior, incapaces de subsistir todos juntos en un cuerpo tan pequeño.
Es cierto, que no la ignoraba completamente. Antes habían sido inseparables y eso siempre queda… aunque sea una pequeñita parte que la otra persona desea olvidar. Sin embargo, su relación actual se basaba en las miradas furtivas que ella lanzaba, los mensajes contestados únicamente por obligación y las medias sonrisas que sólo aparecían si había gente delante. Ya sabéis, por las apariencias. No quiera Dios que los inseparables se despeguen a los ojos del mundo.
Es decir, que todo lo que habían sido, había sido reducido a una ínfima parte que pendía de los hilos que aún tenían en común. Porque nada se rompe de un día para otro. Y eso duele más que la ignorancia total, porque ella sabe que él está ahí porque su conciencia no estaría tranquila si se marchase. Por eso, muchas veces había pensado en alejarse del todo de él, para hacer un favor a ambos. Pero cuando creía que había tomado la decisión, como ahora, algo le devolvía la pequeña esperanza que guardaba y, sabiendo que se golpearía la cabeza otra vez contra la pared más próxima, se decía: “Una vez más… solo una”.

¿Cuándo aprendería?

Help.


Que me estoy volviendo loca es un hecho más que evidente. No distingo la verdad de lo ficticio, lo que ocurre de lo que está en mi mente. Las dimensiones de mis paranoias son inquietantes aunque lucho contra ellas cada día, cada hora, cada minuto. Veo fantasmas donde no los hay y escucho gritos en el silencio. Quiero paz y encuentro guerra.

Necesito ayuda. TÚ ayuda.

Muro y sonrisa.


“Todo ente que camina por la senda del sentimiento termina estrellándose contra el muro más próximo. No puede esquivarlo, no importa el empeño que ponga en ello. Su esfuerzo, en ese caso, valdrá nada.”
Si cierro los ojos, aún puedo escuchar nítidamente aquellas desalentadoras palabras heladas. Durante algún tiempo no supe cuál era el objetivo que guardaban. Cuando lo supe, me costó decidir si creer en él. Y ahora, tras decidir que mi destino tan sólo lo controlo yo, comienzo a vislumbrar el muro. Probablemente me choque contra él, pero mis piernas no me obedecen. No frenan. Se niegan a dejar escapar la oportunidad de salvarlo. Mi subconsciente y mi corazón han llevado a cabo una alianza férrea para combatir los designios del cerebro. “No existen las consecuencias, sólo el paso al frente”, ese es su más aclamado lema.
Intento mantenerme al margen, no quiero enloquecer en una de sus múltiples batallas, pero cada vez que ladeo la cabeza hacia alguno de los lados, sus cálidos ojos me ciegan y me alío con el subconsciente y el corazón el tiempo justo para otorgarles una nueva victoria sobre el cerebro. Ese es el secreto de su continuo avance irrefrenable.
Sin embargo, a estas alturas ya me importa poco. Veo el muro, sí, pero también le veo a él. Me está esperando. Y sonríe.


Os quiero.


La amistad es injusta.
Suena mal y algunos diréis que me equivoco, estáis en vuestro sano derecho de no creer lo mismo que yo. Sin embargo, mi creencia se basa en que ninguna de las partes de esa amistad aporta lo mismo.
Unos dan hasta la vida por mantener viva la llama que les une, otros se dejan llevar por los acontecimientos que les van saliendo al paso y otros ven la vida pasar sin preocuparse por el que tienen a su derecha... O a su izquierda. Todo es efímero, aunque está más que claro que desearía que no fuese así. Las cosas van y vienen, las amistades cruzan la vida de cada uno como estrellas fugaces que uno desea que se queden más tiempo. Gracias al cielo, algunas duran más que otras. No obstante, al final, por circunstancias que nadie controla y que todos odiamos, esas estrellas desaparecen o se terminan confundiendo entre los miles de puntos brillantes que conforman el cielo de nuestra existencia. Puede parecer que el mensaje que trato de transmitir es desalentador pero mi intención es totalmente contraria. El fin que persigo con estas palabras es hacer ver al micromundo formado por la unión de todas vuestras bellas cabecitas que, aunque perder un amigo es una de las cosas que mayor tristeza nos causan, hay salida. Ese terrible abismo es salvable y todos podemos con él. 
Quizá sea cuestión de autoconvencimiento. Quizá no. 
Por lo pronto, tan sólo puedo deciros con seguridad que de todo se sale. 
Os quiero.

Hermosos y perfectos.


Corre, salta, grita, sueña, llora, ríe, VIVE.


Corre porque todo es efímero. La vida se escapa y tienes que aprovechar todo lo que ves, todo lo que oyes. Lo que ha pasado se pierde en el tiempo y no regresa. Lo perdido nunca vuelve.
Salta porque los obstáculos siempre aparecen. Tu camino jamás será liso, jamás estará falto de zancadillas que tengas que esquivar. Nada es fácil y todo cuesta esfuerzo.
Grita por tu libertad y la de los tuyos. Que nadie te ate y te diga lo que tienes que hacer. Eres como un pájaro que deja el nido y debes vivir como tú desees. Tus errores son sólo tuyos.
Sueña porque tienes derecho a tenerlo todo. Eres grande y eres capaz de hacer que tus mayores sueños se hagan realidad. Que nadie te diga lo contrario. No dejes que mermen esa preciosa capacidad.
Llora por lo que te entristezca. Nadie es de piedra y los perfectos no son los que guardan lo que sienten bajo kilos de metal. Nuestros sentimientos son los que nos hacen estar vivos. No te avergüences.
Ríe cuando el mundo te haga cosquillas. Muéstrale a todo el mundo tu increíble sonrisa y hazles ver que eres fuerte, que la adversidad no ha podido contigo a pesar de que haya peleado con garras y dientes.
Y VIVE. Vive por ti y por todos. Demuestra que correr, saltar, gritar, soñar, llorar y reír hacen a la persona, forjan su carácter y su visión del mundo. No tienes que hacer ver a nadie que eres bueno. LO ERES y eso nadie te lo puede quitar.


Todos somos hermosos y perfectos.

Sólo idiotas.

Le observo desde detrás. En principio no parece gran cosa, viste bien pero no es nada del otro mundo. Lo que importa, lo que hace que sonría como una idiota, son sus ojos... Y su boca.
Nos estamos ignorando el uno a otro y puede que sea por ese fastidioso problema con el idioma pero, en el fondo, sé que hay alguna razón más. Porque siempre nos hemos esforzado por entendernos, porque nunca nos hemos dado por vencidos. Sin embargo, algo ha cambiado. Un sentimiento absurdo y profundamente idiota se ha aportado de todo lo que nos rodeaba y ahora, tanto él como yo, estamos en un punto muerto del que todos huyen y del que muy pocos regresan.
Respiro hondo y él gira levemente la cabeza. Sabe que estoy detrás de él, al igual que yo sabía que él estaría allí. Estamos pendientes uno del otro y, aunque ninguno de los dos pronuncie la primera palabra, nos cuidamos mutuamente. Lo cual es una idiotez. Lo de no hablar digo. Si tanto nos importamos el uno al otro ¿¡Por qué demonios no lo decimos!?


House.

House: Era perfecto, hermoso.
Wilson: La belleza, a menudo, nos seduce en el camino hacia la verdad.
House: Y trivialmente nos parte en dos.
Wilson: Muy cierto.
House: ¿Eso no te molesta?
Wilson: ¿Que te equivocaras? Trato de superar el dolor.
House: No estaba equivocado. Todo lo que dije era cierto. Encajaba, era elegante.
Wilson: Entonces... ¿la realidad se equivocó?
House: La realidad casi siempre es un error.


Se esfuma.

-No lo entiendes y no creo que puedas llegar a hacerlo. Por mucho que se diga “nunca digas nunca” creo, , que jamás podrás llegar a sentir por nadie ni la tercera parte de lo que yo siento por ti. No es una cuestión de egocentrismos, ni de megalomanías, es simplemente una verdad constatada por hechos que me dan la razón absoluta en este tema.
Me apoyo en la pared y me cruzo de brazos. No sé si espero una respuesta o un silencio ante aquella acusación. No sé si quiero que se vaya o que me bese. No soy capaz de pensar con claridad, sus ojos me taladran de una manera que contrasta poco, o nada, con mis palabras duras y tajantes. Sus labios se curvan en una mueca de disgusto que desearía poder arreglar. No obstante, no puedo… Tengo que mantenerme firme. No podré vivir sin él pero tampoco puedo vivir eternamente sin saber qué es lo que quiere, cuáles son sus planes.
Quizá podría haber sido algo más cariñosa a la hora de hablar pero, si hubiese sido así, sé por experiencia que no se hubiese tomado en serio ni una sola de las palabras que he pronunciado. Su carácter se lo impide.
-No sé qué esperas de mí…-dijo por fin-. Yo… tú sabes que…
Suelto un bufido de exasperación y me acerco un paso a él. Me aparto el pelo de la cara y me mojo los labios con la lengua antes de hablar:
-No es cuestión de palabras. Es cuestión de cómo te sientes al mirarme, ¿me quieres? Dímelo con los ojos.
Sin embargo, aquello nunca sucede. Me despierto en mi cama, intentado respirar dentro del gran océano de lágrimas que me inunda el rostro y, a buen seguro, también el corazón.

Hakuna Matata.

Saboreé la victoria más grande, me hundí en el fracaso más absoluto y experimenté la ley de la gravedad en mis propios huesos. Porque todo lo que sube, baja.
La razón de esto tiene nombre: Karma. Una fuerza implacable que arrastra todo a su paso, cuyas leyes se resumen en una pequeña frase (todo lo que das lo recibes, ya sea bueno o malo) y cuyo respeto está en los demás. Es la justicia del destino ya que nada ocurre al azar, ninguna acción tiene en sí un fin insignificante, efímero. Cada pequeño acto del universo ocurre por un motivo que escapa a nuestro entendimiento y que sirve para crear algo mucho más grande, algo que está por encima de nosotros. Las coincidencias no existen.
¿Mi consejo? Pues como dirían Timón y Pumba: “Hakuna matata, vive y deja vivir”. Se feliz y deja que los demás lo sean porque la libertad de cada uno termina donde empieza la del otro.


Susurro.

Ese susurro que te eriza la piel y que hace que tu corazón se desboque hasta el punto de marearte. Ese susurro al oído que hace que te sientas la persona más especial del mundo, que te hace volar por un cielo despejado y lleno de estrellas que simbolizan los sueños que no has alcanzado pero que pronto conseguirás.
Olvídalo todo. Olvida lo que te mantiene atado al suelo y déjate llevar por ese pequeño sonido que te alienta a seguir soñando como los mejores, como los niños.

"Agradecido" estudio.

El esfuerzo, en muchas ocasiones, es el símbolo de la gilipollez. Cuánto más te esfuerzas, más gilipollas eres. Porque ¿para qué? Es decir, te pasas las semanas estudiando, dejándote los sesos en algo que no te va a servir nunca pero que necesitas por el simple hecho de que tienes que aprobar ese examen que te trae de cabeza y, sin esperártelo (porque piensas que el examen te ha salido estupendamente)… ¡ZAS! Suspenso. Horas y horas y dedicación a la basura más próxima.
Y te enfadas. Te enfadas contigo mismo y con los demás porque no es justo. No es razonable que tú y tu ilusión de aprobar se quede en el camino por algo tan abstracto como el karma, el azar o la suerte. O, sí, digámoslo, muchas veces los favoritismos también tienen mucho que ver.
El caso es que tú no mereces suspender. Mereces al menos ese maravilloso 5 que es la esperanza y el asidero de muchas personas que no dan más de sí, o que no quieren dar más de sí. Mereces ese puesto de salvación que otros se han ganado de coña o copiando, siendo esto último lo más abundante.
Y, sin embargo, por mucho que lo mereces, ahí estás. Desilusionado, con una calificación que puede raspar ese maravilloso número redondo pero que, al fin y al cabo, no llega y con un amargo sabor de boca que te recuerda que no has dado la talla.

La habilidad de soñar.

Él la tiene y está satisfecho haciendo lo que mejor sabe hacer: ser feliz. A veces me pregunto si no deberíamos seguir el ejemplo de este chico más a menudo y dejarnos de tontos "no puedo". Para él todo es una constante aventura que hay que vivir disfrutando al máximo. Crecer era su única preocupación e, incluso, eso pudo superarlo. Todos seríamos más felices siguiendo la política de vida de Peter: disfruta de lo que tienes y sueña con lo que vendrá.
¿Crees en las hadas? Yo sí.



Pensar es el peor enemigo.

Di lo que quieras pero yo sé que tengo razón ¿Suena demasiado cabezota? Pues no me importa. Así son las cosas. Unas veces eres la buena y otras la mala. Tú y tu alrededor estáis en constante cambio y hay que saber reinventarse para adaptarse lo mejor posible a las situaciones que un nuevo día puede presentarte.
Sin embargo, echando un leve vistazo hacia tu espalda contemplas los malos momentos que has dejado atrás pero que aún revolotean maliciosamente en el interior de tu cabeza y de tu corazón. Sé también que suena pesimista pero es cierto ¿o no? Todo lo malo que te ha pasado prevalece sobre las cosas buenas aunque estas últimas sean muy superiores. Es así la naturaleza humana, estamos hechos para comernos la cabeza con tonterías del pasado que no llevan a ningún lado. Nos olvidamos de lo bueno infinitamente más rápido que de lo malo. Y yo me pregunto ¿por qué? Quiero decir, ¿acaso el buen rato que te hace pasar un buen amigo o el recuerdo del primer beso o esa persona especial no es más importante que "eso" malo que te ha pasado? En mi opinión, así es pero entonces ¿por qué sigue deprimiéndonos tanto lo malo teniendo al lado tantas cosas buenas?
Llevo bastante tiempo dándole vueltas al tema. He repasado cada momento malo y cada momento feliz del año pasado y he llegado a la conclusión de que recuerdo más momentos malos que buenos; no obstante, no creo que el 2011 haya sido un mal año, al contrario.
La conclusión que saco de todo esto, aunque aún me quedan horas de repaso y asimilación, es que pensar es el peor enemigo. Digan lo que digan.