El fin.

No puedo más. Tengo el corazón prácticamente en la boca y siento que he perdido los pulmones porque no noto que el aire llegue hasta ellos. El viento me azota tan fuerte que creo que me ha hecho cortes en la cara y tengo los labios y la lengua tan secos que creo que se me van a deshacer en tierra.
Llevo corriendo demasiado tiempo, pero ya estoy tan cerca que no puedo parar ahora. Diviso el palacio que me describió antes de que le raptaran. Realmente es bonito. Es completamente blanco y tiene torreones altísimos de tejados en espiral que parecen de cristal y están todos unidos por una complicada red de algo que brilla cuando los rayos de luz inciden directamente en ello. Además, el palacio está rodeado de todo tipo de árboles de colores pastel.
Cuanto más me acerco, más imponente veo la construcción. Parece sacada del cuento de hadas más bonito, pero yo sé perfectamente que lo que se esconde ahí dentro no es para nada bonito.
Me empieza a entrar el pánico ¿Cómo se supone que voy a encontrarle en un sitio tan grande? Y eso no es todo, ¿cómo demonios voy a entrar? Seguro que hay guardias por todos los lados. Pero pronto descubro que eso no será un problema. La entrada está abierta y allí esta ella: esbelta, con el cabello ondeándole al viento y con un vestido sedoso a la altura de las rodillas.
Ella repara en mi presencia y se da la vuelta con una sonrisa malévola y una pistola, que desentona demasiado en aquel lugar de ensueño, en la mano. Unos pasos a su derecha está él, tumbado boca arriba, con la camisa manchada de sangre, los ojos abiertos, y pálido como el mismo castillo.
Durante un segundo me quedo petrificada. Mi cerebro no entiende lo que estoy viendo. Es imposible, improbable, como él me corregiría. Tan solo hace una semana que le vi y estaba tan alegre, tan lleno de vida, tan él. Pero por desgracia la confusión solo una un instante.
Y entonces grito, grito como nunca había gritado antes y como nunca gritaré en mi vida. Y no me importa el dolor que ha producido ese sonido en mi garganta reseca, no me importa porque ahora hay otro dolor que me recubre entera, que embota mis sentidos y que sale del corazón.
Intento correr hacia él o hacía lo que fue, pero antes de que me dé tiempo a dar un paso, ella me apunta con aquel arma del diablo y aprieta el gatillo.

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