El lugar dónde desemboca el exceso de confianza.

Ya no recuerda ni los motivos que la impulsaron a saltar al vacío, y, aunque intenta rememorarlos, apenas consigue descifrar dos palabras de la maraña que es su cabeza.
Ella siempre ha sido prudente; pisaba flojito antes de apoyar completamente la planta del pie, por si había grietas que hiciesen que cayera al duro suelo; siempre ha vigilado los límites de su espacio, para que nada que ella considerara dañino entrara o saliera; y siempre tenía preparada una sonrisa por si extraños se intentaban acercar a su tierra.
Pero, con el tiempo, se fue relajando al ver que no había nada a su alrededor que la pudiera dañar y, confiada, traspasó sus propios límites y comenzó a andar por la tierra nueva que nunca había explorado. Al principio lo hizo cuidadosamente porque había algo en su cabeza que la instaba a mantener esa prudencia que la caracterizaba pero, a medida que transcurría el tiempo, fue explorando más y más terreno hasta que un día vio aquel hermoso barranco.
Recuerda que el primer sentimiento que pasó por su cabeza al ver aquel accidente natural fue el miedo y, para cuándo quiso descubrir cuál había sido la segunda emoción, ya se encontraba en medio del vacío, cayendo y cayendo sin nada que pudiera salvarla de la mortal caída. Y tan sólo una palabra ocupaba su mente:
-Socorro.

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