Para ti, que cada día te despiertas esperando que el anterior sea el último que te de un bofetón.
El sol brilla y te despiertas en tu cama, abrazada a aquel pequeñín de cabellos castaños que siempre tiene una bonita y efusiva sonrisa para ti: tu hijo, el único de aquella casa que parece que te quiere de verdad.
Te incorporas en la cama y te haces daño en el costado, allí donde el monstruo dejó su huella de cobarde la noche anterior. Te levantas despacio para no despertar al pequeño y te miras en el espejo: estás delgada, tienes ojeras y tu piel ha tomado un color pálido enfermizo. Tienes ganas de llorar pero no te quedan lágrimas, tienes ganas de gritar pero ya no tienes voz, quieres huir pero tienes demasiado miedo.
Caminas de puntillas por la casa para no hacer ningún ruido que llame la atención de la bestia que te oprime, pero, al darte cuenta de que se ha ido (o que aún no ha llegado), suspiras tranquila, te haces un café y sales al balcón a fumarte un cigarrillo.
Él te echa la culpa de todo, dice que tú le provocas y que eres tú el demonio que incita la mirada de otros hombres que hacen que él arda de celos. Y tú, tonta de ti, te lo crees muchas veces y las pocas en las que piensas que realmente es un disparate, te callas temiendo que golpee más tu frágil cuerpo. Y, todos los días, a la mañana siguiente de agredirte, llega a casa, sobrio y con una falsa expresión de arrepentimiento, con un ramo de tulipanes blancos, tus favoritos, consiguiendo así, que pienses que aún te quiere y evitando que salgas huyendo.
Sé que piensas que estás sola, que nadie te comprenderá, que te tomaran por loca porque nadie creería que aquel respetable abogado en realidad es un bárbaro que le roba, poco a poco, la vida a su mujer. Pero estás equivocada hay muchas personas ahí fuera que darían la vida por ti, que te escucharán, que te apoyaran.
Recuerda siempre que el no es tu dueño, que no le perteneces ni al él ni a los borrachos de sus amigos que le aplauden en el bar por ser el “machote” que somete a su mujer. Tú te perteneces a ti misma, eres tu propia jefa y te mereces una felicidad que al lado de ese bruto no conseguirás.
Lucha por ti misma, por tus sueños, tus derechos, lucha por tu hijo y por su futuro, lucha porque vale la pena, lucha por vuestra libertad. Sé valiente y pide ayuda.
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